La isla de Menorca, a pesar de sus pequeñas dimensiones –casi 700 kilómetros cuadrados-, ha sido protagonista de grandes acontecimientos históricos. Fiel al gobierno de la República hasta el final de la guerra civil española, en febrero de 1939, fue el último bastión republicano que se mantuvo firme en el Mediterráneo, hasta su rendición.
Y es que la caída de Cataluña a manos del bando republicano propició que Menorca, sin el apoyo ni de Mallorca ni de Ibiza, ambas a favor del bando franquista, se entregara. Todo sucedió en febrero de 1939 cuando el gobernador militar de la isla y jefe de la base naval de Mahón, el capitán de corbeta Luis González de Ubieta, negoció con un representante franquista la rendición. Como mediadora Gran Bretaña, que incluso cedió un buque de guerra para que las autoridades civiles y militares republicanas abandonaran la isla antes de la llegada de las tropas sublevadas.
Pero ¿cómo ocurrió todo?
“El caudillo no desea que haya más derramamiento de sangre”. Estas son las palabras escritas en las proclamas que el 4 de febrero aviones franquistas lanzaron sobre Menorca para provocar la rendición, otorgando cinco días para decidir la rendición.
Dado que los italianos –que habían apoyado la sublevación franquista- pretendían tomar Menorca para crear una base naval propia –era lo que Mussolini le había pedido a Franco a cambio de su apoyo en la guerra-, el cónsul británico en Mallorca decidió apoyar una maniobra consistente en tomarles la delantera, puesto que veía seriamente amenazadas sus posiciones en el Mediterráneo.
El movimiento británico
Así, el gobierno británico cedió un barco para que sublevados y republicanos firmaran la rendición de Menorca, protegiendo la salida de los republicanos de la isla.
El Devnshire, que así se llamaba el barco fletado, llegaba al puerto de Menorca en la madrugada del día 7 de febrero para ser testigo de la entrevista entre los dos bandos. No obstante, el bando republicano no dio su brazo a torcer y esperó directrices del bando republicano, directrices que finalmente no llegaron.
El aislamiento de la isla tras la caída de Cataluña y la pequeña sublevación profranquista que se había desencadenado en la guarnición de Ciudadela, al otro lado de la isla, fueron motivos suficientes para que se decidiera la rendición.
A las 05.00 horas del 9 de febrero el HMS Devonshire levó anclas rumbo a Marsella con 452 refugiados a bordo encabezados por González de Ubieta. Al día siguiente por la mañana Menorca era de los sublevados.
Menorca y el dominio británico
Puede que parezca chocante el respaldo y la presencia del gobierno británico como mediador en la rendición de Menorca. Pero si echamos vista atrás en los libros veremos que la relación entre Menorca y el gobierno británico es más de lo que parece a simple vista.
Nos remontamos a 1708, durante la Guerra de Sucesión Española, cuando hallamos otro acontecimiento histórico con la presencia de Inglaterra. Se trata de la invasión y la soberanía británica sobre Menorca a raíz del Tratado de Utrecht. A raíz de este tratado, Menorca fue durante más de setenta años una dependencia británica en el siglo XVIII.
Bajo el mandato británico, Menorca experimentó un crecimiento económico importante, convirtiéndose Mahón en un centro comercial y de contrabando de primer nivel en el Mediterráneo hasta el punto de convertirse en capital.
Mucha ha sido la influencia británica en la isla, y aún se puede apreciar en su arquitectura local, en la gente y los nombres. También en el idioma y el campo.
Control de Francia
No solo el gobierno británico. En el año 1756, Menorca fue tomada por Francia durante la Guerra de los Siete Años. No obstante, como su nombre indica, la guerra duró siete años, y en 1763, Gran Bretaña recuperó el control de la isla.
Involucradas Francia y España en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, fuerzas franco españolas derrotaron a las fuerzas británicas y recuperaron la isla el 5 de enero de 1782. Aunque fue invadida de nuevo por los británicos en 1798, fue finalmente entregada a España en virtud del Tratado de Amiens, en 1802.